A estas alturas muchos de nuestros lectores ya tienen claro que existen dos tipos de hemocromatosis, la primaria o hereditaria y la secundaria o adquirida.
La primera es la más habitual, se nace con ella y se transmite de padres a hijos. Esta patología tiene su origen en la transmisión de un gen HFE que padece una mutación que provoca el almacenamiento excesivo de hierro. Mientras que la segunda puede aparecer en personas sometidas durante muchos años a tratamientos de hierro o que tenido que recibir muchas transfusiones de sangre por anemias. También la padecen las personas que sufren enfermedades del hígado.
Dicho esto, estaría bien preguntarnos quién debe estar pendiente de detectar en su cuerpo la presencia de la hemocromatosis hereditaria. Pues la respuesta es clara: todos aquellos que tengan antecedentes familiares de esta enfermedad y sus parientes. La recomendación es hacerse un análisis de sangre para detectar esta patología. Así, averiguaremos si hay exceso de hierro en nuestro cuerpo. En este caso, si los resultados son negativos, conviene repetir las pruebas cada cierto tiempo o ante la aparición repentina de síntomas que nos hagan sospechar. Si la relación con la hemocromatosises directa a través de algún familiar, también sería recomendable hacerse una prueba especial para detectar si tiene el gen HFE mutado.
Pero, antes de seguir, analicemos cuales son los factores que hacer crecer el riesgo de sufrir esta patología. Por un lado, el hecho de tener dos copias de un gen HFE mutado es el principal de todos. Recordemos que el origen está, precisamente, por esa alteración genética que se transmite de ambos padres al hijo. En segundo lugar, situamos los antecedentes familiares. Si existe relación de primer grado con un afectado, hay altas probabilidades de desarrollar la enfermedad. Es decir, un padre o un hermano con hemocromatosis nos da muchas papeletas en la rifa.
Luego, hay otros factores menos directos pero que hay que tener en cuenta. Por ejemplo, la raza. Las personas que tienen ascendencia del norte de Europa presentan muchas más probabilidades de padecer la enfermedad que las que proceden de otros sitios y etnias. Se sabe a ciencia cierta que la incidencia de la hemocromatosis es menor entre hispanos, afroamericanos y asiáticos.
Y, por descontado, pertenecer al sexo masculino es otro factor de riesgo. Las estadísticas confirman que los varones tienen una mayor propensión a padecer la hemocromatosis en edades tempranas. El motivo es que las mujeres eliminan mucho hierro a través de la menstruación, con lo cual la incidencia de la enfermedad no sube hasta la menopausia. Sin embargo, los hombres de entre 30 y 50 años, son los que más la padecen y tienen más años por delante para que los efectos se agraven si no se detecta y se trata de modo adecuado.
Por ello, conviene saber que hay tres fases o estadios de la enfermedad con unos síntomas y una intensidad diferente. Si los reconocemos, podremos buscar un diagnóstico más temprano y coger a tiempo la enfermedad. La primera fase corresponde al periodo en el que el hierro se está almacenando en el organismo y no hay muestras evidentes de ello. La segunda tiene lugar cuando ya hay exceso en el organismo y suele manifestarse en forma de cansancio importante, dolores en las articulaciones, malestar en el abdomen, somnolencia o inapetencia sexual. Si cumplimos uno o varios de los factores de riesgo expuestos anteriormente y detectamos estas señales, conviene acudir a un especialista para pedir que nos haga las pruebas necesarias para descartar o diagnosticar la enfermedad. La última etapa corresponde a aquella en la que el exceso de hierro acumulado ya se manifiesta sin reservas con signos evidentes e inequívocos de la patología.