Un diagnóstico temprano es la clave para que una persona afectada de hemocromatosis mantenga una buena calidad de vida y la enfermedad evolucione sin generar demasiadas complicaciones. Recordemos que esta enfermedad se produce porque la mutación de un gen impide al organismo liberar el exceso de hierro que absorbe a través del intestino.
El cuerpo humano acumula habitualmente unos 5 gramos de hierro de promedio y se reparte entre la hemoglobina, el hígado, y varios sistemas del organismo. Lo habitual es eliminar cada día aproximadamente 1 gramo de hierro, aunque esta cantidad aumenta en el caso de las mujeres por el sangrado durante la menstruación. La hemocromatosis destroza este funcionamiento armónico del organismo, provocando mayor absorción de ferritina y una mínima eliminación.
El hierro, en las cantidades correctas, es necesario para el cuerpo. Pero, en exceso, produce problemas que pueden llegar ser graves o, incluso, letales. Sobre todo, afecta a órganos como el hierro, el páncreas o el corazón. Por este motivo, una detección tardía puede suponer que se hayan producido daños irreversibles, como una cirrosis, un cáncer de hígado o patologías cardíacas de carácter grave.
De hecho, se sabe que estas complicaciones dependen de varias factores. Uno sería el origen de la enfermedad. Hay hemocromatosis hereditaria, que es la más común, y existe también la hemocromatosis adquirida, que la contraen pacientes que se han sometido a transfusiones constantes a causa de alguna otra enfermedad. Por otro lado, ante un diagnóstico tardío, el 70 por ciento de los afectados ya han sufrido otras patologías derivadas, como diabetes o cirrosis.
Esta última puede degenerar, a su vez, en cáncer de hígado. Un exceso de hierro en el organismo que no se trata a tiempo también puede provocar problemas graves de corazón o dificultades en las articulaciones. El porcentaje, el 70 por ciento, es tan elevado que no deja lugar a dudas. Cuanto antes se detecte y se trate, mejor conviviremos con la hemocromatosis.
Y es que las estadísticas confirman esta afirmación. Si un enfermo padece una cirrosis por acumulación excesiva de hierro en el hígado, el riesgo de que acabe siendo víctima de un cáncer hepático se multiplica por 200. Por otro lado, si esta enfermedad desencadena una diabetes, sepan que su tratamiento también será más complicado porque costará mucho más acertar con la cantidad y las dosis de insulina requerida por cada paciente. En cualquier caso, los daños provocados por la siderosis, la acumulación de hierro en los tejidos, son irreversibles. No hay tratamiento posible para curarlos.
Estas patologías son mucho habituales en los casos de hemocromatosis hereditaria, ya que incide de manera mucho más negativa en las articulaciones y en el organismo en general. Cuando el hierro se almacena en demasía en algunos órganos vitales, las complicaciones son muy claras. Repasemos, someramente, los efectos en cada uno de ellos.
Empecemos por el hígado, que es el órgano más susceptible de almacenar el excedente de hierro y el que más directamente sufre sus consecuencias nefastas. Puede sufrir cirrosis, cáncer de hígado y otras complicaciones letales como tumores varios. Por su parte, la respuesta del páncreas ante el exceso de hierro deriva en una diabetes mellitus, ya que genera en el cuerpo cierta resistencia a la insulina. En cuanto al corazón, ataca directamente su función de hacer circular el riego para cubrir las necesidades del cuerpo. En otras palabras, lo congestiona y provoca arritmias y otros funcionamientos anormales. Otra de las complicaciones derivadas del exceso de hierro es un cambio de color en la piel, que luce en tonos más grises o tirando a bronce. La hemocromatosis también puede provocar problemas endocrinológicos, como hipotiroidismo o hipogonadismo.
El pronóstico será mucho más favorable cuanto antes se detecte y trate la patología.